artista
David Nebreda
Verdades Insoportables
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algunas notas extraídas del artículo editado en:
Lapiz 168, Revista Internacional de Arte
Madrid, 2001

 

 

 


Puta de la regeneración (1999) Los dos hijos nacidos y los dos por nacer (1989) ¿Dónde está, muerte, tu victoria? 1 Cor. 16,55 (1990) El espejo, la ceniza, y el alfa quemada en la frente (1989)

David Nebreda (Madrid, 1952) constituye un caso ciertamente atípico  dentro del paisaje artístico español. Autor de una obra -fotográfica- de enorme calidad, a la cual ciertos adjetivos como atroz, inquietante, terrible, insoportable, inaudita, espeluznante, sanguinaria y -también- bella, solo pueden añadir pálidos ecos, es, sin embargo, un casi absoluto desconocido en nuestro país.

Diversas razones, biográficas y clínicas unas, y otras relacionadas propiamente con la intensidad y dureza de sus imágenes, han sido las causas de esta situación. Nebreda no ha expuesto prácticamente nunca su trabajo en España (con la excepción de una muestra colectiva celebrada en Madrid en 1983), no ha participado en los circuitos culturales y artísticos ni, hasta la fecha, se han llevado a cabo estudios o aproximaciones mínimamente serios sobre su obra. Sin embargo, esto no ha impedido que Nebreda, calificado por algunos como el "Artaud de la fotografía", sea conocido en determinados círculos como una figura de culto, digna y merecedora de una mayor atención por parte de los infalibles (en un sentido casi "papal"...) gestores artísticos de nuestra sufrida piel de toro.

Este desconocimiento va -tristemente- unido al progresivo interés que sus imágenes fotográficas han ido despertando en uno de nuestros países vecinos: Francia. En noviembre de 1998, coincidiendo con la última edición del Mes de la Fotografía de París, se expusieron por primera vez los trabajos de Nebreda en la galería Xippas, dentro del apartado "L'enfermement photographique", causando un gran impacto en el ambiente artístico parisino. Posteriormente, en enero del  2000 dio una conferencia en la Casa Europea de la Fotografía de la capital francesa, junto a la proyección de diapositivas de algunas de sus obras, y entre febrero y abril volvería a mostrar sus fotografías en París, en este caso en la galería Renn. También por esas fechas Editions Léo Scheer publicará un espléndido libro que reproduce la práctica totalidad de sus trabajos fotográficos así como algunos dibujos y textos suyos. Por otro lado, más de un crítico y/o teórico hispano se tiraría de los post-postmodernos pelos si supiera que incluso el mismísimo monsieur Baudrillard ha escrito sobre él en su último libro.

El que nace con señales de sangre y fuego (1989) Las manos -una a la espalda y la otra ardiendo-Abre la boca por el dolor del fuego... (1997) Sin título (1999) Las quemaduras en el costado, el excremento y el espejo (1989)

¿Y por qué esta expectación, este interés creciente? En mi opinión, la obra -que es la vida- de Nebreda constituye un proyecto personal y creativo único. Un proyecto que escapa a los límites -en ocasiones tiránicos- de la esfera puramente estética. (Él mismo ha insistido en que sus fotografías deben ser vistas más como el registro documental de un proyecto de regeneración que como un producto meramente artístico).

El dibujo de este proyecto re-generador nace de un diagnóstico clínico frío y concreto: Esquizofrenia paranoide, una terrible enfermedad psíquica que le sería detectada por primera vez a los diecisiete años de edad. La esquizofrenia, entre otras cosas, supone una doble ruptura de la personalidad, un sentirse dos (o más) seres diferentes.

Nebreda intentará, pues, encontrar esa personalidad desgajada y desconocida que -como una sombra- le huye  y le provoca un gran desconcierto. Es también el mismo grito de Artaud: "... no tengo vida, no tengo vida..." Y la vida, en su caso, se busca construyendo-se un doble -fotográfico-, un reflejo especular que sea él mismo  y sea, al tiempo, el/lo desconocido.

Ese reflejo necesita una materialización, un cuerpo, para saberse. Necesita carne y piel, sangre para constituirse, excrementos para manifestarse, dolor -en ocasiones rayando el límite de lo soportable- para  demostrarse, para renacerse.

El dibujo se cierra con el registro fotográfico de este proceso. La fotografía -y algunos dibujos y textos- como última acta notarial de esa terrible -y hermosa- aventura.