Del Fútbol a la Pornografía, la Loca Historia de Faustino Asprilla

(ESCÁNDALOS Y EXCENTRICIDADES DEL MÁS GRANDE JUGADOR QUE DIO COLOMBIA)

«El tamaño sí que importa». En esta frase está sintetizada toda la loca historia de Faustino Asprilla, el máximo futbolista que dio Colombia y que matizó su vida, tanto cuando jugaba como tras su retiro, con episodios reveladores de su carácter excéntrico y capaz de protagoniar los mayores escándalos.
«El tamaño sí que importa». Así publicitó una marca de profilácticos que eran presentados como los que él usaba («Condones Dino»), en abierta alusión al enorme tamaño de su miembro viril, asombro de los compañeros que tuvo y que con él compartieron los vestuarios.
Pero sus extravagancias fueron muchas más. Es lo que vamos a contar del que fuera el máximo exponente de una generación de jugadores cafeteros que fue la más fecunda del fútbol de Colombia. Hablo de Carlos Valderrama, René Higuita, Freddy Rincón, Leonel Alvarez, el «Tren» Valencia y otros. Ésos que, en las eliminatorias para el Mundial de 1994 vapulearon y ridiculizaron a Argentina en el estadio Monumental con una goleada que ya está instalada en la historia.

Asprilla

Asprilla nació el 10 de noviembre de 1969 en Tuluá, una localidad del Valle del Cauca, no lejos de Medellín. Inició su carrera futbolística en el Deportivo Cúcuta, para saltar después al acreditado Atlético Nacional de Medellín, uno de los «grandes» del futbol colombiano, primer escalón de una larga cadena que siguió con el famoso y después bancarrotero Parma italiano de Calixto Tanzi, con el que ganó cinco títulos.
Había llegado a Italia con un palmarés espectacular, nacido de su sociedad en Nacional con su compinche preferido, Hugo Aristizábal, pero que en su primer año, o sea 1990, no se tradujo en el objetivo buscado: el título de campeón colombiano (llegó segundo). El desquite Nacional lo obtuvo el año siguiente. Y fue con ese galardón apenas conquistado que en 1992 llegó al Parma, donde estuvo siete años, los de mayor gloria personal.
Hasta 1999, Asprilla fue siempre protagonista, pero hay un episodio que lo introdujo en la historia del que fue el período más floreciente del «calcio»: anotó el gol que le quitó el invicto, tras 58 fechas, al todopoderoso AC Milán que dirigía Arrigo Sacchi. Para entendernos, el de los holandeses Frank Rijkaard, Ruud Gullit y Marco Van Basten.
La suya, después de dejar Italia, fue una lenta e inexorable decadencia, acelerada por una lesión en una rodilla que nunca quiso operr. Comenzó en el Newcastle United, siguió en Palmeiras, Fluminense, Atlanta Fútbol Club, Universidad de Chile y Cortuliá, el humilde club de su ciudad natal. Para terminar en 2004 en Estudiantes de La Plata, el último equipo profesional que integró.
En ninguno de estos siete clubes lo soportaron más de un año.

Asprilla nazionale

Vayamos ahora a su vida personal, signada por escándalos, excesos, pésimas frecuentaciones, una vida nocturna tumultuosa, accidentes de tráfico, condenas penales, abusos de distintos tipos, arrebatos que le costaron caro.
Cuando estaba en el Parma se destacó por su romance con la entonces estrella alemana del porno, Petra Scharbach, quien fue reemplazada en 2007 por Lady Noruega, actriz y modelo ex Miss Colombia, de asidua presencia en las revistas para solo hombres. Por entonces, ya eran famosas las audaces producciones fotográficas de Tino, rodeado de bellísimas modelos e incluso con escenas de sexo explícito y desnudos suyos, como los publicados por las revistas «Moda» y la colombiana «Soho»

Copertina Soho

De aquella época, con mayor precisión del 6 de junio de 1993, es un episodio que tuvo enorme resonancia. En una eliminatoria del partido Colombia-Chile, por el Mundial de 1994, se le escapó corriendo en la cancha, fuera de su pantaloncito, su voluminoso y ya famoso pene. El percance no le pasó desapercibido a algunos de los fotógrafos presentes y las instantáneas hicieron el recorrido del mundo. Incluso la más impactante fue tapa de «Deporte Grafico».
A partir de entonces Asprilla se convirtió en un símbolo sexual a nivel planetario. A lo que él alimentó posando desnudo para la citada revista «Soho».

asprilla con modelos desnudas

Pero sus escándalos no se limitaron al campo erótico. En 2003 jugaba en Universidad de Chile, que estaba peleando el campeonato. Asprilla seguía un entrenamiento desde el banco de suplentes. De pronto, extrajo un revólver y efectuó varios disparos al aire. Superado el susto, le preguntaron por qué lo había hecho: «Para alentar a mis compañeros, estamos luchando por el título y los vi algo flojitos».
En abril de 2008 fue detenido en su domicilio de Tuluá, acusado de haber realizado un presunto ataque con un fusil R-15, considerado en Colombia arma de guerra, contra un puesto de seguridad del ingenio San Carlos, lindante con su finca que se llamaba «San Tino». Volaron sobre Faustino varios cargos, uno más grave que el otro: porte de armas no declarado, uso improprio de las mismas y tráfico ilegal, ya que son propiedad exclusiva de las Fuerzas Armadas. Tras ir a parar a la cárcel, en espera del juicio penal, fue puesto en libertad tras pagar una fuerte fianza. Paralelamente, lo estaban acusando por no haber aportado para los alimentos que por un fallo judicial debía pasarle a su ex esposa Catalina.
Tuvo numerosos gestos de solidaridad con los pobres, que son mayoría, de su querido Tulúa. Parecerá mentira pero, tras firmar su primer importante contrato con Nacional, entró en un negocio especializado de Medellín y compró 100 inodoros que hizo enviar a familias de vecinos de Tulúa que conocía y que en sus humildes moradas no tenían retretes para hacer sus necesidades. El pago a los plomeros que los instalaron corrió por su cuenta. Era adorado por los chicos carenciados tulueños, pues para cada Navidad gastaba dinerales en juguetes que les hacía llegar, a veces disfrazado él mismo de Papá Noel.

asprilla colombia argentina mundial 1994

Su historia futbolística está dividida en dos por el Mundial que en 1994 se disputó en Estados Unidos, al que Colombia llegó como uno de los candidatos y fue una defraudación mayúscula. Es una historia que tiene un prólogo, un nefasto desarrollo y un epílogo criminal: el asesinato por los narcos de Andrés Escobar, quien cometió la herejía de equivocarse y anotar un gol en contra en el partido contra la selección de USA.
Asprilla recuerda aquel 5-0 en el Monumental como el partido de toda su carrera en el que fue más hostilizado por el color oscuro de su piel. Curioso el hombre, una media hora antes del inicio del partido, asomó la nariz en el campo de juego. Lo reconocieron y enseguida lo abrumaron con insultos de todo tipo, en especial los de índole racista: «Negro hijo de puta, de acá no vas a salir vivo». A su lado estaba su agente, el argentino Gustavo Mascardi, quien lo instaba a volver a los vestuarios. ¿Y qué hizo Asprilla? Se dirigió al centro de la cancha y desde allí levantó ambos brazos, con los dedos que adelantaban: «Hoy marco dos goles». Y los marcó nomás, dando un aporte decisivo a la histórica goleada contra Argentina.
Pero en el Mundial del año siguiente aquella selección de Colombia, llegada como una de las favoritas, fue una calamidad. Cayó en la ronda inicial primero ante Rumania (3-1) y después ante Estados Unidos (2-1), en un partido éste donde el defensor Andrés Escobar, como se ha dicho, tuvo la desgracia de anotar en contra del arco de Higuita a los 35 minutos el primer gol para los norteamericanos, quienes aseguraron el resultado apenas iniciado el segundo tiempo (52′) con una red de Earnie Stewart.
De nada le sirvió a Colombia ganarle en el tercer y último encuentro por 2-0 a Suiza. Fue eliminada como última del Grupo A, con apenas 3 puntos. En los vestuarios del estadio de Stanford, enterados de que Suiza había pasado como tercera selección, los colombianos empezaron a recibir amenazas de muerte. El más aterrorizado era el técnico Francisco Maturana, quien repetía entre sollozos: «Nos llaman y nos dicen que nos van a matar a todos». Señales criminales siguieron llegando al hotel de Pasadena donde la selección cafetera se hospedaba, por lo que debió ser reforzada su custodia.
Asprilla contó que el vuelo de retorno a Bogotá lo hizo sentado junto a Andrés Escobar, su compañero y amigo de Nacional, a quien por su autogol en favor de USA ya identificaban como el principal responsable por la eliminación. El defensor conocía las correrías nocturnas de Asprilla y su debilidad por las discotecas y por las madrugadas de Medellín. Y se la pasó aconsejándolo: «Tino, no salgas por mucho tiempo de noche, estamos amenazados por gente que no juega, el primero al que van a matar vas a ser vos».
El pobre Andrés Escobar se equivocó. En la noche del 2 de julio de aquel funesto 1994 el asesinado fue él, con una ráfaga de ametralladora, en el estacionamiento del bar «Padua» de Medellín, por un ex guardaespaldas de Pablo Escobar, el «boss» del tristemente célebre Cartel de Medellín muerto por la policía seis meses antes. Cumplían con la tétrica amenaza de castigarlo por las millonarias pérdidas que, a partir de su autogol, el Cartel había sufrido en el giro de las apuestas clandestinas.
Recordó Asprilla: «Me llamaron por la mañana y me dieron la tremenda noticia, no podía creerlo, lloré durante un mes seguido».

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Con la muerte por la policía en diciembre de 1993 del homónimo del pobre Andrés, o sea el narcotraficante máximo Pablo Escobar, el Cartel de Medellín no desapareció de la circulación. Sus restos siguieron actuando durante años, siempre atentos a lo que sucedía en el mundo del fútbol. Y Asprilla, aunque nunca había tenido que ver con ellos, sabía muy bien que con los narcos no se jugaba. Y esto le permitió, según reveló en cierta oportunidad, salvarle la vida al arquero paraguayo José Chilavert, transformado en su enemigo declarado número uno.
El 2 de abril de 1997 se disputó en Asunción un partido entre Paraguay y Colombia por las eliminatorias del Mundial del año siguiente en Francia. Fue un choque tumultuoso, pletórico de incidentes, que terminó con la victoria por 2-1 de la selección local. Protagonistas del bochorno fueron jugadores, cuerpos técnicos e, incluso, policías ubicados dentro del campo de juego que agredieron a los cafeteros. El episodio desencadenante fue una entrada violenta de Asprilla contra un defensor paraguayo que provocó la reacción de Chilavert, quien sin pelota escupió al atacante y lo derribó con empujón. Faustino reaccionó con un derechazo que impactó en la cara al arquero local. Siguió un tumulto generalizado. .
El árbitro, que no había visto nada, fue informado por uno de los guardalíneas y expulsó a ambos. Asprilla salió y fue a sentarse en el banco de suplentes de su equipo, mientras Chilavert iniciaba una larga e inútil discusión con el árbitro. Entonces, antes de dejar el campo, se acercó al banco colombiano y descerrajó un violento puñetazo con la mano izquierda cerrada, digno de Mike Tyseon, en el rostro de Asprilla, quien quedó por algunos instantes groggy. El primero en reaccionar fue su compañero Aristizábal, quien golpeó al arquero paraguayo con una patada voladora. Nuevo tumulto, nuevas violencias, en uno de los episodios más vergonzosos del fútbol sudamericano.

cuando asprilla le salvó la vida a chilavert de unos mafiosos

Pero todo no terminó allí. Vueltos los cafeteros al hotel donde paraban, le avisaron a Asprilla que lo buscaban telefónicamente. «Soy Julio Fierro», se escuchó del otro lado de la línea. Y el desconocido agregó: «¿Puedes venir al albergue donde me encuentro? Es importante». Tino -acompañado por el fiel Aristizábal- tomó un taxi y se dirigió al hotel donde el tal Fierro se hallaba. Contaría Asprilla: «Estaba con otras diez personas, varias de ellas borrachas, y con varias espléndidas hembras paraguayas, vino a mi encuentro y se presentó. Después me dijo: «Necesito que me des tu autorización porque dos de mis hombres se van a quedar aquí en Asunción para asesinar a ese gordo de mierda que te pegó hoy». O sea a Chilavert.
Asprilla, según contó él mismo, reaccionó con presteza: «Pero ‘Ustedes están locos, van a acabar con el fútbol colombiano, eso no puede ser, lo que pasó en la cancha, queda en la cancha, Chilavert y yo nos peleamos pero la cosa ya terminó». Uno de los dos sicarios colombianos, que se encontraban a a espaldas del tal Fierro, intervino y le dijo a su patrón: «Esto ya está decidido, dénos el permiso y sacamos de circulación a ese cerdo». Según Asprilla, tenían unas «pistolísimas» enormes y unos rostros de maleantes, encendidos por el alcohol, que metían miedo. Pero igual les siguió diciendo: «»No, no, eso que quieren hacer, no».
Fue tan dura e irremovible su actitud que, finalmente, logró que ambos criminales y el tal Fierro desistieran de su actitud. Algunos años más tarde, cuando narró este episodio al canal Telepacífico, Tino agregó: «La parte más desagradable fue que Chilavert se enteró de la amenaza que pendía sobre su cabeza, pero nunca me contactó para decirme gracias».

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Faustino Asprilla. Genio y figura. Un loco lindo que, con 50 años ya cumplidos, parece haberse alejado de los escándalos y de las excentricidades. Por lo menos desde hace ya algún tiempo. La impresión es que, con la edad, parece haber entendido que, parodiando a su manera la publicidad que le hacía a los profilácticos de su producción, «la sensatez y el sentido común, sí que importan».
Ojalá que sea así

Bruno Passarelli



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