Antigua Grecia

De templo a hotel y catedral: así evolucionó el Partenón de Atenas

A lo largo de los siglos, este colosal monumento griego ha sufrido diversas transformaciones que se han visto reflejadas no solo en su estructura sino también en el uso que se ha hecho del edificio.

Nada hay más icónico para un amante de la cultura griega que la imagen de la fachada oeste del Partenón, irguiéndose altiva sobre la nívea roca de la Acrópolis, desafiando el paso de los siglos bajo el inmenso azul del cielo. Sin embargo, esta imagen es moderna. Tiene apenas 150 años. En la Antigüedad, el Partenón estaba prácticamente oculto por las edificaciones que lo rodeaban y el visitante no lo distinguía hasta que se hallaba casi frente a él. Es decir, el Partenón no estaba aislado. A su alrededor se erguían otros templos y edificios, que ocupaban casi toda la superficie de la roca. No había espacios yermos. Multitud de altares, templetes, ofrendas, exvotos y estelas votivas poblaban las zonas sin edificar, de tal modo que el conjunto tenía un aspecto abigarrado, muy alejado de la desnudez actual. 

 

Fachada oeste del Partenón

Fachada oeste del Partenón

Fachada oeste del Partenón, con la disputa de Atenea y Poseidón en el frontón, y estelas colocadas en la escalinata como ofrenda.

Dibujo por Balage Balogh

El lugar elegido para levantar el Partenón fue la explanada central del lado sur de la Acrópolis, donde desde el siglo VI a.C. se habían sucedido varios templos en honor de la diosa Atenea. La explanada no era muy amplia, así que se añadió una terraza artificial. El templo, orientado de este (donde se hallaba la entrada) a oeste, no se erigió en paralelo al muro de sostén, sino desviado para aumentar el impacto visual. Ahora bien, ese impacto quedaba minimizado de lejos por la presencia del templo de Ártemis Brauronia, que ocultaba parcialmente la fachada oeste. Por el norte, el Partenón flanqueaba la Vía Procesional que desde los Propileos llevaba al centro de la Acrópolis. Frente a él, al otro lado de la vía, se alzaban el Erecteion y el famoso Pórtico de las Cariátides, construidos unos años más tarde. Al este, en cambio, la vista era despejada, pues el templo de Zeus Polieus, en el punto más alto de la Acrópolis, era un recinto al aire libre. 

La Acrópolis vista desde el este

La Acrópolis vista desde el este

La Acrópolis vista desde el este

La fotografía muestra la explanada de la Acrópolis, que se extiende sobre una terraza artificial creada en época clásica. Aparecen iluminados el Partenón y, a la derecha, el Erecteion.

Michele Falzone / AWL Images

El templo de Atenea

El templo griego era ante todo la morada de la divinidad, no un lugar de culto. Dado que no se conocen sacerdotes asociados a él ni un altar externo propio para los sacrificios, se duda si el Partenón fue concebido como templo o bien como ofrenda monumental de la ciudad a su patrona, Atenea, para agradecerle las victorias militares. A decir verdad, la decoración escultórica del Partenón es un canto a la diosa y a su relación con Atenas. Los frontones representan el nacimiento de Atenea y la lucha entre ella y el dios Poseidón por el patronazgo de la ciudad; el friso reproduce la procesión de las Panateneas, mientras que en la cella, el espacio interior del templo, la fabulosa estatua de oro y marfil realizada por Fidias mostraba a Atenea en todo su esplendor. 

Cronología

Las peripecias del gran templo de Atenas

447 a.C.

Empiezan las obras del Partenón en la Acrópolis de Atenas, impulsadas por Pericles; se prolongarán hasta el año 438 a.C.

H. 600 d.C.

El Partenón se convierte en iglesia, sin que ello implique alteraciones en su estructura arquitectónica.

1458

Tras la conquista de Grecia por los otomanos, el Partenón pasa a ser una mezquita, pero mantiene su estructura.

1830

El nuevo Estado griego impulsa la restauración de la Acrópolis, recuperando todos los restos de época clásica.

1898

Nikolaos Balanos emprende la restauración del Partenón, que le llevará a reconstruir la columnata norte.

La gran obra de Pericles 

La gran obra de Pericles 

La gran obra de Pericles 

Pericles accedió al cargo de estratego, la máxima autoridad política de Atenas, en 469 a.C. En 447 a.C. encargó a los arquitectos Ictino y Calícrates la construcción del Partenón.

British Museum / Scala, Firenze

El Partenón se mantuvo intacto hasta época romana. En el siglo II d.C., Pausanias, el célebre autor de la Descripción de Grecia, visitó el monumento y lo vio cubierto de tantas ofrendas que se confesaba incapaz de describir cuanto veía. Sin embargo, en el siglo siguiente el templo sufrió la primera destrucción. Un gran incendio destrozó las puertas y la columnata interior y hundió el techo de tejas de mármol. Se atribuye el suceso al ataque de una tribu germánica, los hérulos, que en 267 sembraron el terror en Grecia, aunque realmente no se sabe con certeza ni el año ni la causa del incendio. El desplome del techo obligó a construir una nueva techumbre de tejas de terracota que cubrió solo la cella, de modo que el peristilo y su espléndido friso quedaron a la intemperie.

 

Una visita oficial

Una visita oficial

Una visita oficial

En esta escena, Fidias, el genial escultor, autor de las esculturas, frisos y frontones del Partenón, recibe en su taller de la Acrópolis la visita de Pericles y de su compañera Aspasia. Óleo por Lawrence Alma-Tadema. 1868. Museos y Galería de Arte de Birmingham.

DEA / Album

Iglesia y catedral

El Partenón estuvo en uso como templo de Atenea hasta que a finales del siglo VI o principios del VII fue transformado en una iglesia dedicada a la Virgen María. Sabemos por el filósofo neoplatónico Proclo que la estatua de Atenea, la tercera, colocada tras el incendio del siglo III, todavía se encontraba allí en 450, aunque después fue retirada «por aquellos que tocan las cosas que no se han de tocar». La transformación no dañó la estructura del templo, pero sí introdujo cambios significativos. Así, la entrada se trasladó al oeste, para colocar el altar en el este, siguiendo la norma de las iglesias cristianas. De este modo, la fachada principal pasó a ser la occidental y no la oriental, donde estaba la entrada original, una alteración del punto de visión que se ha mantenido hasta hoy. Asimismo, el interior pasó a ser el lugar de culto, abierto a toda la comunidad, que ahora se congregaba donde antes se alzaba la estatua de Atenea.

En el siglo XI, el Partenón lucía aún esplendoroso. Los peregrinos acudían al templo para orar y admirar su belleza, como muestran los grafitos incisos en las columnas. Más tarde, en el siglo XII, el edificio fue remodelado para adaptarlo a la liturgia de la Iglesia cristiana ortodoxa. Tal vez entonces, durante el obispado de Miguel Coniata, las paredes del interior se pintaron con frescos y se encaló el exterior. El mismo Coniata, gran admirador del mundo antiguo, aseguraba que cuando miraba el Partenón se sentía «como si caminara junto al cielo». 

 

Un caballo que relincha 

Un caballo que relincha 

Un caballo que relincha 

Cabeza de mármol del caballo de la diosa lunar Selene procedente del frontón este del Partenón, y que actualmente puede verse en el Museo Británico de Londres.

Getty Images

A esta reforma le sucedió otra poco después. En 1204, los cruzados de Europa occidental saquearon Constantinopla y crearon un Imperio latino en territorio griego. Una de sus primeras medidas fue la sustitución del rito cristiano ortodoxo por el católico, con lo que el Partenón se convirtió en una iglesia católica, Santa María de Atenas. En lo arquitectónico, el cambio más destacable fue la creación de un campanario en el ángulo suroeste del templo, aprovechando una torre cuadrada con escalera de caracol que ya existía. En 1311, los almogávares catalanes se apoderaron del ducado de Atenas, que quedó durante unas décadas bajo dominio de los reyes de Aragón. Del 11 de septiembre de 1380 data la que constituye la primera alabanza moderna del Partenón, obra del rey Pedro IV el Ceremonioso: «La más rica joya que haya en el mundo, a tal punto que todos los reyes cristianos, unidos, no la podrían igualar». Una placa colocada en 2010 en los Propileos la conmemora.

En el siglo XII, el obispo de Atenas Miguel Coniata, gran admirador del mundo clásico, decía que cuando miraba el Partenón era «como si caminara junto al cielo»

A partir de 1388, el Partenón pasó a pertenecer a los banqueros florentinos Acciauoli, quienes lo embellecieron con metales preciosos y celebraron en él bodas y funerales. El primer Acciauoli, Neri, fue enterrado allí. De ese período poseemos dos testimonios vitales de viajeros italianos. Niccolò da Martoni se asombra en 1395 de que «se hubiera podido construir un edificio de tales dimensiones». Y Ciriaco de Ancona, que lo visitó en 1436 y 1444, nos ha legado varios dibujos de un Partenón con la fachada oeste casi intacta.

Los vestigios de un gran templo

Los vestigios de un gran templo

Los vestigios de un gran templo

Esta acuarela de Christian Hansen, pintada en 1836, muestra la fachada norte del Partenón, la más afectada por la explosión de 1687. Se ve la pequeña mezquita otomana. Biblioteca de la Academia de Arte, Copenhague.

AKG / Album

Destrucción y restauración

Tras la toma de Atenas por los otomanos en 1458 se produjo la última transformación religiosa del Partenón, que pasó a ser una mezquita. De nuevo, apenas hubo modificaciones estructurales en el edificio. El campanario cristiano se transformó en minarete, y el interior se encaló y se adaptó al rito musulmán. Los dibujos realizados por Jacques Carrey, un artista que acompañó al embajador francés en una visita a Atenas en 1674, muestran un edificio en buen estado. Al año siguiente, el francés Jacob Spon y su amigo inglés George Wheeler lo describían como «la mezquita más bella del mundo». 

Pero en 1687, durante la guerra otomano-veneciana, la Armada veneciana bombardeó el Partenón, donde los turcos habían guardado pólvora. La explosión hizo saltar por los aires la cubierta del edificio y destrozó su fachada norte, de la que destruyó el arquitrabe y la mayor parte de la columnata. El interior quedó tan en ruinas que, en lugar de reconstruir el edificio, los turcos decidieron levantar en 1700 una pequeña mezquita donde antes estaba la cella, para lo que destruyeron varias columnas del lado sur.

La mezquita de la Acrópolis

La mezquita de la Acrópolis

La mezquita de la Acrópolis

Representación de la Acrópolis de Atenas basada en un dibujo topográfico realizado por George Wheeler en 1667. El Partenón se había transformado en una mezquita provista de un minarete.

Michel Urtado / RMN-Grand Palais

Esa era la situación cuando en 1830 la guerra de Independencia contra el Imperio otomano devolvió el Partenón a manos griegas. Varios impactos de balas de cañón dan aún hoy testimonio de la lucha. Para entonces, la vegetación había crecido en torno a la pequeña mezquita; incluso se había plantado un huerto en el antiguo pronaos, la entrada original. Frente a ello el nuevo Estado griego, consciente del valor de los monumentos para revitalizar el país, emprendió una auténtica purificación de la Acrópolis. Había que hacer tabla rasa de todo lo ajeno al mundo griego: las casuchas otomanas, las construcciones francas y los restos católicos y musulmanes. El objetivo era recuperar el aspecto que tenían los edificios en el siglo V a.C., en el período de mayor florecimiento de Atenas.

Inicialmente, de 1842 a 1845, la única labor que se llevó a cabo en el Partenón fue levantar algunas columnas y un sector del muro de la cella. Poco después, en 1854, se derribó la pequeña mezquita otomana. Pero la verdadera restauración no empezó hasta 1898. Su ejecutor fue el ingeniero Nikolaos Balanos, a quien el Estado griego encargó consolidar el edificio y devolverle su antigua prestancia. Para ello, Balanos centró todos sus esfuerzos en recomponer las columnatas laterales, en especial la norte, cuyos tambores (los cilindros de las columnas) yacían desparramados.

La fachada este del partenón

La fachada este del partenón

La fachada este del partenón

Esta zona del templo dedicado a la diosa Atenea es la que mejor ha soportado todas las peripecias que ha sufrido el edificio, entre ellas la terrible explosión de un polvorín turco que había en su interior en al año 1687.

Istvan Kadar / Getty Images

Restaurar para hacer país

La prioridad de Balanos era restituir la estructura del templo y que el edificio pudiera verse completo. Y lo consiguió. La sociedad ateniense recibió con alborozo el reconstruido Partenón y lo convirtió en símbolo de la nueva Atenas, que resurgía como él del letargo de siglos de ocupación católica y otomana.

No obstante, pronto se apreció que Balanos había cometido errores y excesos. Para el ingeniero griego, la estética y la unidad visual primaban sobre lo demás y no le importó si colocaba o no los tambores en su posición original. Tampoco dudó en completar las columnas con fragmentos nuevos que luego cubría con pátina para igualar el color. Además, empleó cemento para rellenar los huecos y herrajes como engarce, materiales ambos que podían provocar graves daños en la estructura. Incluso se permitió corregir lo que creía defectos causados por los años, como la curvatura original de las columnas.

 

Los dioses del olimpo 

Los dioses del olimpo 

Los dioses del olimpo 

En este fragmento del friso del Partenón aparecen, de izquierda a derecha, Poseidón, Apolo y la hermana de este, Ártemis, mientras contemplan la procesión de las Panateneas. Museo Británico, Londres.

Scala, Firenze

Por todo ello, en el proyecto de restauración auspiciado por la Unesco y puesto en marcha en 1975 se incluyó el desmantelamiento y recolocación de los bloques erróneos, la eliminación de añadidos y la sustitución de los herrajes por engarces de titanio. Asimismo, viendo el deterioro que causaba la contaminación de la ciudad de Atenas, se decidió trasladar al Museo de la Acrópolis las piezas escultóricas que aún quedaban a la vista y sustituirlas por réplicas.  Por último, hace pocos años, dentro del proceso de reinstalación de los bloques aún diseminados en la explanada de la Acrópolis, se inició la recuperación de los fragmentos que habían sido reutilizados en edificios modernos a fin de completar el Partenón con la mayor exactitud posible. 

Pese al gran rigor técnico de estos últimos trabajos, el Partenón actual es fruto ante todo de la reconstrucción del siglo XIX. Hoy lo contemplamos extasiados, ignorando que esa reconstrucción no partió de la realidad del edificio, sino de una imagen preconcebida, congelada en el tiempo, la del «edificio más perfecto jamás construido», como afirmaba en 1821 el topógrafo británico William Lake. La sociedad griega necesitaba recuperar el pasado para afrontar el futuro y el Partenón recreado cumplía esa función. El edificio, despojado de las cicatrices infligidas por el paso de los siglos, se convirtió en emblema del espíritu griego, que podía renacer y revivir glorias pretéritas. Pero la historia es caprichosa y nada mejor que los vaivenes del templo de Atenea para certificarlo.

 

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cuando el partenón sirvió de hotel

Demetrio

Demetrio

Demetrio. Busto descubierto en la villa de los Papiros de Herculano.

Andrea Jemolo / ACI

Entre 304 y 303 a.C., Demetrio Poliorcetes, el corregente de Macedonia, convirtió el Partenón en su residencia personal. Demetrio había liberado Atenas del anterior rey macedonio, Casandro, y la ciudad, agradecida, los proclamó a él y a su padre «dioses salvadores». Demetrio solicitó pasar el invierno en un lugar digno de su persona, y los atenienses autorizaron que se instalara con su séquito en el opistódomo del Partenón, una cámara situada justo detrás de la estatua de Atenea. Según Plutarco, el rey retozaba con prostitutas, desfloraba vírgenes, seducía mujeres casadas y acechaba a jóvenes hermosos. Él afirmaba que todo lo hacía con el permiso de Atenea.

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La catedral de la Acrópolis

La catedral de la Acrópolis

La catedral de la Acrópolis

A finales de la Edad Media, el Partenón seguía presidiendo la Acrópolis, que por entonces se había convertido en una zona fortificada. La transformación del antiguo templo de Atenea en iglesia apenas requirió cambios estructurales, dada la semejanza entre la planta de un templo griego y la de una basílica cristiana. En cambio, el interior fue remodelado. Se tapió hasta la mitad el pórtico oeste y se practicaron aberturas en el muro que separaba la cella de la sala que había detrás, el opistódomo. Ahora, esta sala servía como nártex o pórtico de la iglesia, y en uno de sus ángulos se construyó un baptisterio. En la cella, convertida en la nave principal del templo cristiano, se levantaron sendas galerías de madera aprovechando las columnatas y se abrieron ventanas en lo alto de los muros laterales, lo que ocasionó daños en el friso. Asimismo, se cerró la parte baja de la columnata exterior, formando un deambulatorio, un espacio que recorrían los fieles. La mayor modificación se produjo en el lado este, donde se situaba el altar. Allí se tapió la puerta de entrada para crear el ábside, se eliminaron las estatuas del frontón con el nacimiento de Atenea y se desfiguraron las metopas. En el siglo XII, ese primer ábside se sustituyó por otro mayor y  con ventanas, que destrozó la arquitectura original del Partenón. Por dentro, este ábside se cubrió con un mosaico de teselas de oro, gemas y cristal con la imagen de la Virgen y el Niño.

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empieza el saqueo del partenón

Fachada oriental original del Partenón

Fachada oriental original del Partenón

Detalle de la fachada oriental original del Partenón en un dibujo del siglo XIX.

Tras el bombardeo veneciano, el Partenón ya no era apto para ser la mezquita principal de Atenas. Por ello, en medio de la antigua cella se erigió una pequeña mezquita para servir a la guarnición militar y a los turcos residentes en la Acrópolis. Los fragmentos de frisos, metopas, columnas y del frontón oeste, esparcidos alrededor, pronto se ofrecieron a los viajeros europeos a cambio de monedas, o bien se quemaban para obtener cal. Así se inició el expolio que desposeyó al Partenón de sus elementos decorativos y su estructura interna. Los niños jugaban a buscar teselas del mosaico del ábside; el Museo Británico adquirió 188 de ellas en 1842.

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reconstrucción fotogénica

Columnata norte

Columnata norte

En esta fotografía, tomada hacia el año 1900, se ve la columnata norte con dos columnas centrales reconstruidas en 1842-1844.

Bettmann / Getty Images

Desde el iniciode la restauración de la Acrópolis a mediados del siglo XIX, una de las prioridades fue reconstruir la fachada norte del Partenón con los bloques que quedaron desparramados por la explanada tras el bombardeo de 1687. En 1838, el arquitecto alemán Leo von Klenze ya destacó que el lado norte «es el que se puede ver desde la ciudad» (tal como existía entonces) y por tanto era el que había que reconstruir antes. Siguiendo sus orientaciones, entre 1842 y 1844, el arqueólogo griego Kyriakos Pittakis reconstruyó dos columnas, pero abandonó la labor por falta de fondos. A finales del siglo XIX, Nikolaos Balanos retomó el desafío, y entre 1923 y 1931 completó la reconstrucción de la fachada norte. En esos años, los arqueólogos consideraban que la anastilosis o reconstrucción de edificios antiguos solo podía hacerse si se conservaban los materiales originales y se usaban métodos de construcción antiguos, y Balanos fue criticado por no respetar escrupulosamente esos criterios. Su intervención, en todo caso, cambió radicalmente el aspecto del templo, especialmente cuando se comtemplaba en su ángulo noreste. La escritora Virginia Woolf, que había visitado el Partenón en 1906, al volver en 1932 quedó impactada por un templo que era «más grande de lo que recordaba y mejor sostenido».  

Trabajos de reconstrucción de la columnata norte

Trabajos de reconstrucción de la columnata norte

Fotografía tomada en la década de 1920, durante los trabajos de reconstrucción de la columnata norte por Nikolaos Balanos.

Hulton Deutsch / Getty Images
Columnata norte totalmente reconstruida.

Columnata norte totalmente reconstruida.

Esta imagen de 1986 muestra el Partenón con la columnata norte totalmente reconstruida.

Andrew Hasson / Alamy / ACI

 

Este artículo pertenece al número 241 de la revista Historia National Geographic.