El embarazo en adolescentes constituye hoy en día un problema de origen multifactorial que amplía las brechas sociales y de género entre la población, ya que altera el proyecto de vida de la adolescente embarazada y de su entorno familiar, y tiene importantes repercusiones negativas en la salud y el desarrollo psicosocial de la adolescente.

En México, el embarazo temprano es un problema público con graves consecuencias individuales, sociales e intergeneracionales, ya que, no hay avances en la erradicación de la pobreza, la prevención de la violencia sexual y la implementación de una educación sexual integral, de acuerdo con el informe sobre Embarazo Temprano en México: Panorama de estrategias públicas y análisis de la implementación de la Enapea.

El embarazo temprano se relaciona de manera estrecha con las desigualdades sociales y la violencia de género: es más frecuente que se embaracen las adolescentes que tienen acceso limitado a la educación sexual integral, las de hogares con ingresos bajos, las indígenas y las que residen en zonas con niveles altos de violencia que las adolescentes que no viven en estas condiciones, establece el informe.

Además, el embarazo en la adolescencia puede afectar la vida de madres, padres, hijas e hijos, ya que las desventajas asociadas a la maternidad o paternidad temprana derivan en brechas en el ingreso a la educación, la calidad del empleo y el acceso a la seguridad social, entre otras.

“Es decir, las desigualdades sociales significan que no todas las mujeres en México pueden ejercer sus derechos reproductivos de manera plena: no todas pueden decidir en forma autónoma y sin discriminación si tener o no tener hijas/os, con quién, cuántos y cada cuánto tiempo”, compartió Laura Flamand, coordinadora de la investigación por el Colegio de México. 

En ese sentido, también se relaciona con la desigualdad territorial, pues las adolescentes y niñas más vulnerables son aquellas que no tienen acceso efectivo a los servicios de salud sexual y reproductiva ni a la protección social.

Educación sexual integral para todas y todos

Se espera que los temas de educación sexual integral dirigidos a niñas, niños y adolescentes tengan repercusión en la prevención de embarazos no planificados y/o a edades tempranas, así como en mitigar los problemas de violencia sexual y en razón de género que se mantienen en cifras alarmantes, situando, por ejemplo, a México como el país con la mayor cifra de embarazos adolescentes en el mundo. Según datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas  (UNFPA)  “todos los años hay 10 mil embarazos de niñas menores de 15 años en México".

“Todas las y los jóvenes tendrán que tomar algún día decisiones cruciales sobre su salud sexual y reproductiva.  Sin embargo, las investigaciones revelan que la mayoría de la y los adolescentes carecen de los conocimientos necesarios para tomar estas decisiones de manera responsable, por lo que son vulnerables a la coacción, las infecciones de transmisión sexual y los embarazos no planificados”, de acuerdo el UNFPA.

La educación sexual integral permite a las y los jóvenes proteger y promover su salud, su bienestar y su dignidad al ofrecerles las herramientas necesarias en materia de conocimientos, actitudes y habilidades. 

La educación sexual integral es condición previa para ejercer plena autonomía corporal, lo que exige no sólo el derecho de tomar decisiones sobre el propio cuerpo, sino también la información para tomar estas decisiones de manera sensata. Debido a que tienen como fundamento los principios de derechos humanos, los programas de educación sexual integral ayudan a fomentar la equidad de género y los derechos y el empoderamiento de las y los jóvenes.