El silencio de las inocentes

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El vendedor callejero Louis Diemschutz encuentra el cuerpo de Elizabeth Stride. (Crédito: lllustrated Police News/Dominio público)

Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Kate Eddowes y Mary Jane Kelly fueron asesinadas en 1888 en Londres. El homicida nunca fue atrapado, pero fue inmortalizado con el apodo de Jack, el Destripador. Un nuevo libro -que se convertirá en serie- reconstruye por primera vez sus vidas, que estuvieron marcadas por la miseria, el alcoholismo y la misoginia victoriana.


William Nichols se preparó para lo peor. Se vistió de negro de pies a cabeza y tras despedirse de su pareja, Rosetta, salió de su casa en Coburg Road. Esa mañana del 1 de septiembre de 1888 la lluvia caía con fuerza en Londres y Nichols tardó varios minutos en llegar a su cita con el inspector Abberline. El encuentro se produjo en una morgue, donde el hombre de 46 años debía identificar un cuerpo que supuestamente pertenecía a una mujer a la que no había visto en años: su esposa Mary Ann, quien había dado a luz a seis de sus hijos y con la que había compartido alegrías y penurias durante casi dos décadas.

El policía le advirtió a Nichols que quizás sería difícil que reconociera a Mary y lo escoltó hasta un ataúd de pino. William se sacó su sombrero y respiró profundamente antes de que la tapa fuera removida. El cadáver tenía un gran tajo que cruzaba su garganta y profundos cortes en todo el cuerpo, pero William supo de inmediato que era la mujer que alguna vez amó, la misma a la que llamaba Polly y que tras múltiples peleas de pareja terminó viviendo en la calle. "Por todo lo que alguna vez fuiste para mí, te perdono", le dijo William, como si ella estuviera dormida. Luego, Abberline llevó al acongojado Nichols a la comisaría.

Mary Ann "Polly" Nichols había sido asesinada la madrugada del 31 de agosto y su cadáver fue hallado frente a la entrada de un establo en el barrio de Whitechapel. Ocho días después se encontró el cuerpo de Annie Chapman en un patio de Hanbury Street. El 30 de septiembre, Elizabeth Stride y Kate Eddowes aparecieron muertas en la calle Berner Street y la plaza Mitre. Finalmente, el 9 de noviembre Mary Jane Kelly fue mutilada en la humilde cama donde dormía en Miller's Court. Todas fueron degolladas y a cuatro les removieron las entrañas, por lo que su asesino recibió uno de los apodos más famosos de la historia: Jack, el Destripador.

Cerca de 300 sujetos fueron investigados como sospechosos de ser el homicida, cuya identidad generó todo tipo de teorías. Se especulaba que era un hombre de Whitechapel o algún millonario del barrio de West End. Otros rumores decían que era un marinero, un carnicero, un lunático, incluso un cirujano. El culpable no fue capturado y nunca se supo quién era.

Desde entonces, más de cien obras de no ficción han intentado descifrar el enigma del Destripador, pero nadie se preocupó de saber quiénes eran realmente estas cinco víctimas reconocidas -hay una decena más que se le atribuyeron a Jack, pero no pudieron ser confirmadas- y que la policía de la época calificó como meras prostitutas. La doctora en historia Hallie Rubenhold decidió llenar ese vacío y reconstruyó sus vidas a partir de reportes de periódicos, archivos de tribunales, certificados de matrimonio y otros documentos. Su investigación nutre las páginas de su nuevo libro The five, que acaba de salir en inglés y recrea los caminos que siguieron las mujeres hasta terminar solas y abandonadas en las calles de Londres.

Sus historias tienen matices particulares, pero también comparten varios rasgos sombríos: la mayoría nació en familias con muchas privaciones, tuvieron infancias muy breves y entraron en un ciclo interminable de partos, dependencia del alcohol e indigencia. Y aunque la versión policial de que eran prostitutas persiste hasta hoy, Rubenhold establece que al menos tres nunca ejercieron el comercio sexual. De hecho, la investigación forense indica que el asesino ni siquiera tuvo relaciones con sus víctimas. "Las fibras que han tejido las historias de Polly, Annie, Elizabeth, Kate y Mary Jane corresponden a los valores del mundo victoriano, que eran masculinos, autoritarios (…). Surgieron en una época en que las mujeres no tenían voz y poseían pocos derechos, mientras los pobres eran considerados flojos y depravados: haber sido ambas cosas a la vez era una de las peores combinaciones posibles", escribe la autora.

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La historiadora Hallie Rubenhold.[/caption]

Rubenhold recalca a Tendencias que esos prejuicios se potenciaron con la misoginia de la época, hasta crear un verdadero infierno para las víctimas. "Las mujeres sólo tenían un lugar en la sociedad si eran parte de una familia. Y si caían en desgracia, si sus matrimonios se rompían, si eran adictas, adúlteras, mentalmente enfermas o si perdían sus hogares se las consideraba como inservibles. Esas mujeres eran despreciadas y catalogadas como sexualmente impuras. Una mujer pobre que vivía como indigente, ya sea que practicara o no la prostitución, era considerada como una trabajadora sexual por la policía", dice la historiadora.

Mary Ann

La primera víctima que inició el mito de Jack nació el 26 de agosto de 1845 en el barrio londinense de Dawes Court, el mismo donde Charles Dickens imaginó que vivían los carteristas de Oliver Twist. El padre de Mary Ann Nichols era el herrero Edward Walker y su madre se llamaba Caroline. Aunque no tenían demasiados recursos, ellos se las arreglaron para que Polly y sus hermanos Edward y Frederick fueran al colegio.

Mary Ann tenía siete años cuando su madre murió de tuberculosis, la misma enfermedad que acabó con su hermano Frederick. Pese a estas tragedias, la niña pudo ir a la escuela hasta que tuvo 15 años, algo que según el libro era "bastante inusual para su género y clase". Allí aprendió a leer y escribir, dos lujos para una chica que vivió en algunos de los barrios más pobres de Londres: "Una cama bastaba para toda una familia. Una mesa y unas cuantas sillas servían como sala de estar, comedor y guardarropas (…). Padres, niños, hermanos y la familia extendida se vestían, se lavaban, practicaban el sexo y hasta defecaban uno frente al otro", narra Rubenhold.

En 1861, Mary Ann conoció a William Nichols, un joven de 19 años que trabajaba en una imprenta. Se casaron y en 1876, cuando ya tenían tres hijos, su familia fue elegida para vivir en los edificios que el filántropo estadounidense George Peabody construyó para los pobres de Londres. Era la primera vez que Mary Ann tenía acceso a un baño que no estuviera en el exterior, pero un amorío entre William y su vecina Rosetta Walls inició años de conflictos que tuvieron su punto cúlmine en 1880.

"Polly se cansó de discutir. Ya sea porque había decidido irse ese día o porque la furia la empujó a hacerlo, le dio la espalda a su familia y salió por la puerta para nunca volver", escribe Rubenhold. Fue a parar a una de las temibles "workhouses" donde vivían quienes no tenían trabajo o casa, además de los niños abandonados y los enfermos mentales. Allí todos pagaban su estadía realizando labores como picar piedras o cortar madera.

Aunque Polly hubiera podido costear un divorcio, a fines del siglo XIX la ley no estaba de su lado: "Aunque un hombre podía separarse debido a un amorío sexual de su esposa, una mujer tenía que probar que su marido era culpable de adulterio y además de algún otro crimen, como incesto, violación o crueldad", narra el libro. Polly luego vivió con su padre, pero su creciente consumo de alcohol la alejo de él, y si bien su esposo William estaba obligado por ley a entregarle cinco chelines a la semana, en 1882 él dejó de pagarle tras acusarla de vivir con otro hombre.

Sola y sin dinero, Polly se vio obligada a vivir en la calle, donde subsistía trabajando como lavandera o mendigando. Ella Holland, una de sus pocas amigas, fue una de las últimas personas que la vieron viva. Sus últimos momentos fueron un retrato fiel de su miseria: "Con su cabeza dando vueltas por el trago y el cansancio, ella vagaba por las calles de East End. Se sostenía contra las paredes, tratando de encontrar su camino en la noche, tanteando en busca de un lugar que pudiera ser una cama", narra Rubenhold.

Annie y Elizabeth

Para la autora, Annie Chapman fue la víctima más conmovedora: "Ella casi tuvo una vida feliz y más confortable como una mujer de clase media, pero desafortunadamente era alcohólica y heredó esa enfermedad de su padre. Eso la destruyó", dice a Tendencias. Ella nació en septiembre de 1841 y sus padres fueron un soldado llamado George Smith y una sirvienta de nombre Ruth.

Annie creció en las barracas de Knightsbridge y en las cercanías de Windsor. Allí, escribe Rubenhold, a veces "veía a la reina Victoria o al príncipe mientras cabalgaba". Pero seis de sus hermanos murieron de escarlatina en apenas tres semanas y años después su padre se suicidó. Ella conoció a un cochero llamado John Chapman, con el que se casó en 1869. Ambos vivieron en una cabaña al interior de una lujosa mansión de Berkshire, donde ella intentaba ocultar su adicción al alcohol. De hecho, el 1 de mayo de 1889, meses después de los asesinatos, el Pall Mall Gazette publicó una carta de Miriam Smith, quien contaba que su hermana mayor manifestó la "maldición" paterna desde muy joven.

La mujer se mantenía sobria por meses, pero luego bebía con frenesí hasta que la encontraban vagando por las calles. Incluso, de los ocho hijos que dio a luz, seis sufrieron problemas ligados a su alcoholismo: algunos murieron a los pocos días de nacer y otros desarrollaron epilepsia y parálisis. La adicción de Annie hizo crisis cuando los jefes de su marido amenazaron con echarlos si ella no se iba. Ambos acordaron separarse y que Annie recibiera algo de dinero de John, pero su familia ya no estaba dispuesta a lidiar con sus demonios y terminó sola en las calles de Londres: "La adicción fue poderosa, al igual que las garras de la vergüenza. Eso la derribó", escribe Rubenhold.

Una ruta de abandono similar recorrió Elisabeth Gustafsdotter, quien luego se haría llamar Elizabeth Stride. Nació el 27 de noviembre de 1843 en Torslanda, Suecia, en el seno de una familia granjera y luterana. A los 16 años encontró trabajo como sirvienta en Gothenburg, pero contrajo sífilis y se convirtió en una paria. Rubenhold, quien viajó a Suecia a revisar los archivos públicos sobre la mujer, escribe: "Haber sido denunciada públicamente como una ramera, haber sufrido la humillación de los exámenes policiales, haber descubierto que portaba una enfermedad potencialmente mortal, haber sido encarcelada (…) y luego haber sido lanzada a la calle sin nadie a quién acudir seguramente la marcaron".

A Elizabeth no le quedó otra opción que dedicarse al comercio sexual en Pilgatan, la "calle de las ninfas" de Gothenburg. Pero una pareja cristiana se apiadó de ella y la contrató como sirvienta. En 1866 decidió probar suerte en Inglaterra, donde halló trabajo en el elegante barrio londinense de Hyde Park. Conoció al carpintero John Stride, con quien se casó e instalaron una cafetería que fracasó.

Las deudas, la incapacidad para tener hijos y el creciente alcoholismo de Elizabeth hicieron que en marzo de 1877 abandonara a su marido y decidiera probar suerte en la calle: "El 24 de marzo fue detenida por mendigar y dormir en la vía pública", escribe Rubenhold. Era el inicio de años de vagancia, intentos de estafa y episodios de prostitución callejera que se acentuaron con la muerte de John. Tras el asesinato de Elizabeth, narra la historiadora, no había "nadie que pagara un coche ni caballos que llevaran su ataúd por el East End. Los diarios describieron su funeral como 'pobre'. Fue puesta, sin fanfarria, en una fosa común en el Cementerio East London".

Kate y Mary Jane

Kate Eddowes fue asesinada la misma noche que Stride, un crimen que puso fin a una larga cadena de infortunios. Ella nació el 14 de abril de 1842 en Wolverhampton y un año después su familia se radicó en Londres. Su padre, George, era un hojalatero que elaboraba teteras en una fábrica y que tuvo 11 hijos con su esposa Catherine. En la capital inglesa, la pareja envió a Kate a la Escuela Dowgate, establecida para educar a niños de escasos recursos y a la que ella iba "vestida con el uniforme azul y blanco que ella misma había cocido". Cuando tenía 13 años, su madre, consumida por años de partos continuos y desnutrición, murió de tuberculosis. En 1857, el padre falleció por la misma causa y la familia se desbandó: varios de sus hermanos fueron enviados a un orfanato y Kate volvió a Wolverhampton para vivir con unos tíos.

Allí conoció a un exsoldado irlandés llamado Thomas Conway, con el cual huyó de regreso a Londres, donde se ganaban la vida vendiendo pequeños libros con baladas y cuentos. Su emprendimiento no funcionó y Thomas simplemente se quedó sin dinero. Incluso, el hijo más pequeño de Kate murió en sus brazos debido a la desnutrición. Pronto Thomas empezó a golpearla y Kate se volvió alcohólica, lo que la llevó a las calles para huir de la violencia de su hogar. "Tras su asesinato, un puñado de mujeres sin casa fueron las primeras en identificarla", narra Rubenhold.

Mary Jane Kelly fue la última y la más enigmática víctima del Destripador. Una de las versiones de su historia dice que nació en 1863 en Limerick y que su padre fue capataz de una herrería. Ella solía decir que tenía ocho hermanos y que a los 16 años se casó con un minero que murió en una explosión. Luego se emparejó con un primo que la llevó a una "mala vida" y la prostitución. A otros amantes les contaba otras historias, pero se cree que lo más probable es que provenía de una familia acomodada y que de alguna manera terminó en un burdel de Londres. Luego deambuló por varias pensiones, hasta que fue asesinada en su lecho. Su funeral, escribe Rubenhold, se volvió un homenaje público: "Las mujeres con sus hijos en su regazo observaban desde las puertas; los hombres se sacaban el sombrero. Se dice que entre sollozos le gritaban '¡Dios la perdone!', '¡No la olvidaremos!".

La autora del libro, cuyos derechos fueron adquiridos para convertirse en serie de televisión y que pronto será editado en español, dice a Tendencias que el crimen de todas estas mujeres no sólo ayudaron a construir el mito de Jack: "Los asesinatos iluminaron la terrible pobreza en la que vivían los habitantes del East End de Londres. Las cosas empezaron a cambiar, aunque no demasiado, y las personas en los centros urbanos del Reino Unido siguieron viviendo en condiciones similares hasta el siglo XX". En cuanto al legado de las víctimas, Rubenhold confía en que el libro logre que "la gente las vea como seres humanos y valoren sus historias aún más que las teorías que existen sobre quién era el Destripador".

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Título:

The Five

Autora:

Hallie Rubenhold

Páginas:

432

Editorial:

Doubleday

Precio:

$ 8.900 en Amazon.co.uk.[/caption]

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