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Cinco crías milagro Gestadas en Fuengirola después de diez años Los dragones sí existen (y nacen en España)

Los dragones son reales pero cuesta mucho ver uno... Y es que cada vez sobreviven menos de los animales que inspiraron su leyenda, los dragones de Komodo. Es muy difícil que se reproduzcan. Por eso es todo un logro que en España acaben de nacer cinco crías en Fuengirola. Te contamos cómo este animal alcanzó cotas mitológicas... mucho antes de Juego de Tronos. 

Por Patricia Lizeviche

Viernes, 31 de Marzo 2023

Tiempo de lectura: 5 min

Se llama Juanito y es el primogénito de una saga legendaria. Bueno, con aspiraciones de serlo. Porque Juanito, que debe su nombre a la fecha en la que sus padres copularon (la noche de San Juan del año pasado) es una de las cinco crías de dragón de Komodo que han logrado nacer en España después de diez años de fracasos. Él y sus hermanos Fénix, Embum, Drakaris y Saya (desde luego a los nombres no les falta osadía mitológica) han sido festejados con entusiasmo en el Bioparc Fuengirola, donde ha tenido lugar el logro reproductivo. Y es que su nacimiento no fue sencillo. La reproducción de estos dragones requiere preparación y una supervisión de los huevos en todo momento. La puesta fue de doce huevos, pero solo cinco pudieron ser salvados.

Los dragones de Komodo no tienen reparo en comerse a sus crías. O a sus congéneres. Solo se acercan para copular... una semana al año

Estos reptiles se encuentran en peligro de extinción, tan solo existen 1.300 ejemplares en su hábitat natural y 220 en centros de conservación de la Asociación Europea de Zoos y Acuarios (EAZA). Además, en los últimos 15 años, la población de esta especie se ha reducido un 25 por ciento debido al furtivismo y la quema de los bosques en las zonas donde residen en libertad de la isla de Flores, Komodo, Rinca, Padar, Nusa Kode y Gili Motang.

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El ojo del dragón. Los dragones recién llegados miden unos 45 centímetros. Sus progenitores superan los dos metros y los 50 kilos. El dragón de Komodo, uno de los reptiles más temidos, es capaz de ver a 300 metros de distancia.

Juanito y sus hermanos no conocerán a sus padres, pero tampoco lo harían en libertad. Entre otras cosas, porque corren el riesgo de que se los coman sus progenitores. Los dragones de Komodo no derrochan cariño. Los padres de las nuevas crías no conviven entre ellos porque podrían devorarse. Esa es la razón de su escasa reproducción. No es fácil que copulen porque la hembra solo entra en celo una semana al año y, el resto del tiempo, evita al macho.

Que una de las crías se llame Drakaris indica, como habrá detectado el lector avezado, que sus cuidadores son también fans de Juego de Tronos. La serie ha contribuido mucho más que ningún logro científico a poner de moda a los dragones, aunque sean los imaginarios.

El origen de la leyenda

Los dragones imaginarios que aparecen en todas las culturas como representación alegórica de poderes, defectos y virtudes tienen orígenes en animales reales que viven o han vivido alguna vez. Probablemente, en los lejanos inicios de la leyenda fueron las serpientes venenosas las principales responsables. Aquellos animales alargados y menudos eran capaces de inyectar un ‘fuego’ mortal si te mordían. Pero para dar una idea más temible de animales que podían matarte de un solo mordisco las serpientes se quedaban pequeñas, así que buscamos unos animales con aspecto más fiero y peligroso. Y el dragón empezó a adquirir rasgos de algunos de los reptiles más grandes de la Tierra: los cocodrilos y los varanos.

El mordisco de un dragón de Komodo es venenoso. Si no acudes de inmediato a un hospital especializado, la muerte te llega en pocas horas

Cuando se descubrieron los primeros fósiles de salamandras gigantes, de cocodrilos prehistóricos de más de 15 metros y de enormes dinosaurios, la ciencia daba sus primeros pasos y aún se creía a pies juntillas en la creación bíblica. Como consecuencia se creyó que aquellos eran huesos de dragones extinguidos en el Diluvio Universal. Y, sin embargo, los dragones –o, para ser precisos, los animales reales que les dieron forma– seguían vivos.

Los dragones legendarios se basaron principalmente en dos poderosos grupos de reptiles: los cocodrilos y los varanos. Hoy, todavía podemos encontrar a los mayores representantes de ambos grupos. Por un lado están los cocodrilos marinos, con los que comenzábamos esta historia. Aunque se habla de cocodrilos de hasta 11 metros, el mayor cocodrilo marino que la ciencia ha llegado a medir rondaba los 8 metros de longitud. Si decimos ‘cocodrilo’ desmitificamos la imagen del dragón. Pero cuando realmente te pones delante de un reptil del tamaño de un autobús, con más de mil kilos de peso, armado con una boca descomunal y con merecida fama de devorador de hombres, la imagen del dragón se vuelve más veraz.

El segundo grupo de reptiles, los varanos, cuenta con una especie en el sudeste asiático cuyos miembros merecen tanto la comparación con los legendarios dragones que se los denomina ‘dragones de Komodo’.

Estos grandes varanos pueden alcanzar los 4 metros de longitud y pesar 160 kg. Los pobladores de las islas donde habitan los temen tanto que viven en palafitos para poner a sus hijos pequeños a salvo del merodeo de los dragones. El temor de los indígenas se debe a la mordedura de estos poderosos saurios. 

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Poderosos. Los dragones de Komodo parecen lentos y pesados pero pueden correr a 20 kilómetros por hora. Y tienen un olfato muy desarrollado. Detectan comida a diez kilómetros de distancia.

El mordisco de un dragón de Komodo es venenoso y sus dientes portan tal cantidad de bacterias patógenas que, si te muerden, la infección está asegurada. Si tras su mordedura no acudes de inmediato a un hospital especializado, la muerte te llega en pocas horas.

A pesar del retrato amenazador que acabamos de describir, los dragones de Komodo no resultan tan peligrosos como parecen. Si se han producido ataques y víctimas en los últimos años, se debe al acoso que están sufriendo los saurios en sus islas. La deforestación y la caza indiscriminada por parte de los humanos están dejando sin cobijo y alimento a los últimos dragones.

Los nativos, para paliar la amenaza de los reptiles, les ofrecían cabras a modo de ofrenda, pero grupos de supuestos ecologistas extranjeros presionaron hasta que se prohibió el sacrificio de las cabras. Y entonces los dragones empezaron a buscar cualquier otra presa que pudiera paliar su hambre; incluyendo a los humanos.

En el origen de su leyenda, los dragones fueron principalmente malignos para los países de Europa, mientras que eran protectores y benefactores para los pueblos de Asia y, de forma especial, para los chinos. Mientras los imaginarios dragones de Oriente y Occidente vuelven a ser famosos como símbolos del devenir socioeconómico, los auténticos dragones que inspiraron las leyendas desaparecen poco a poco relegados al olvido.


Un dragón en la suma de las partes... de varias fieras