Fotosíntesis, el gran invento de la evolución

La vida en la Tierra, y en definitiva, el mundo que conoces, es posible gracias a una simple reacción química mediada por plantas, algas y algunas bacterias: la fotosíntesis.

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Brotes de una planta del género Bougainvillea
Foto: iStock
Héctor Rodríguez
Héctor Rodríguez

Editor y periodista especializado en ciencia y naturaleza

    Cuando hablamos de fotosíntesis no podemos evitar pensar en las plantas. De hecho, la fotosíntesis, también conocida como función clorofílica, es el proceso químico que tiene lugar en las plantas y otros organismos fotosintéticos como las algas y algunos tipos de bacterias, cuya finalidad es convertir la materia orgánica en inorgánica a partir del aprovechamiento de la luz del Sol. Dicho de otra manera, la fotosíntesis es el proceso por el cual la energía del Sol se convierte en energía química aprovechable para los organismos en la Tierra, liberando además en el proceso, el oxígeno indispensable para la vida en nuestro planeta.

    Fundamental para la vida como hoy la entendemos, se trata de la reacción química más importante de nuestro planeta. Para que esta se produzca son necesarias 6 moléculas de dióxido de carbono (CO2) que reaccionan con 6 moléculas de agua (H2O) mediante la energía aportada por la luz solar dando lugar a una molécula de glucosa (C6H12O6) y 6 moléculas de oxígeno molecular (O2). Su fórmula se expresaría de la siguiente manera:

    6CO2 + 6H2O --- Luz solar --- C6H12O6 + 6O2

    Esta reacción cumple una función ecológica clave, ya que introduce en los ecosistemas la energía y el carbono que será aprovechado por los organismos que no son capaces de producirlos por si mismos. Por un lado, la glucosa es el combustible que utilizan las células para, a través de diversos procesos entre los que se encuentran la respiración celular o la fermentación, obtener energía en forma de adenosín trifosfato (ATP), que es la moneda de cambio universal cuando hablamos de la energía que necesitan las células para funcionar. Por otro lado, y no menos importante, gracias a la fotosíntesis se produce la conversión del carbono fijo que se encuentra en el medio, en carbono orgánico (el aprovechable por los organismos), en un proceso que se conoce como fijación de carbono. Es decir, en la fotosíntesis se sustentan las cadenas tróficas que tienen lugar en la Tierra.

    Como decíamos, las plantas, las algas y algunos tipos de bacterias que realizan la función fotosintética pertenecen al grupo de organismos conocidos como autótrofos, o lo que es lo mismo, aquellos capaces de fabricar su propia fuente de alimento o energía. Los demás organismos, entre los que nos encontramos los seres humanos, son los conocidos como heterótrofos, y dependen estrictamente de la producción de los primeros.

    Cada año los organismos fotosintéticos fijan unos 100.000 millones de toneladas de carbono en forma de materia orgánica

    De hecho, algunos estudios apuntan a que si tan solo desapareciesen las plantas superiores de la faz de la Tierra, en tan solo 70 días las proporciones de dióxido de carbono de la atmósfera se volverían letales; las poblaciones de animales enfrentaría dos amenazas, quedarse sin aire respirable y sin comida, y el oxígeno acabaría agotándose pasados unos 50.000 años. Hoy sabemos casi con certeza que la mayor parte del oxígeno en la atmósfera terrestre procede de un evento que tuvo lugar entre hace unos 2.800 millones de años, momento en que se cree que surgieron los primeros microorganismos productores de oxígeno, las llamadas cianobacterias. Esto produjo que la vida cambiara de forma radical, dando lugar al mundo que hoy conocemos y en el que nos desarrollamos. Por eso decimos que la fotosíntesis es el gran invento de la evolución.