[Columna] La Nueva Cuestión Social

[Columna] La Nueva Cuestión Social

Cristian Mora
Consejero Región de Maule

A fines del siglo XIX y hasta la década de 1920, nuestro país exerimentó una prosperidad económica gracias a la alta demanda del Salitre.

La consolidación del sistema capitalista, la industrialización y un desproporcionado crecimiento urbano, acentuaron la precariedad en la calidad de vida de los trabajadores, agravando su dignidad
laboral y humana.

En lo Político, el Sistema Parlamentario imperante, manejaba al Estado desde el ejecutivo y el Congreso. Donde familias aristócratas y burguesas, lograron manejar social, política y económicamente al país. Ese mismo grupo oligárquico que provocó la guerra civil de 1891, cuando el presidente José Manuel Balmaceda postuló la idea de nacionalizar el salitre como política de Estado para industrializar al país, reformar y mejorar la educación pública. Pero las conductas históricas
de los “elegidos”, ha sido voltear la espalda a sus propios compatriotas.

A raíz de la continua discriminación social, sobre todo, la falta de una regulación legal en las condiciones laborales comienza a levantarse la masa trabajadora. Por lo anterior, nacen las huelgas como una reivindicación para mejorar las condiciones de vida. La clase marginada despierta y se moviliza a través del movimiento obrero,

transformándose como actor principal de la vida política a comienzos del siglo XX. Como protagonista de su época, el movimiento, forjó su identidad en las luchas y asumió su liderazgo como organización laboral, social y política.

Asumiendo su trascendencia, la Cuestión Social plantea una reflexión histórica respecto de los procesos político-legales y económico-productivos y, con mayor atención, su impacto en la calidad de vida de la clase trabajadora.

El Estallido Social de Octubre pasado establece un símil notable respecto a los primeros movimientos obreros en la naciente época del 1900. Generando esa ruptura sistémica, inspirados en los principios Justicia Social, Soberanía Popular y Democracia Representativa como pilares de una República ciudadana moderna.

Hoy, despúés de un siglo, la dinámica no ha cambiado mucho. Primero, sigue gobernando una élite política integrada en gran parte por los descendientes de aquellas familias que le negaban, a punta de balloneta, a nuestr@s abuel@s sus justas demandas. Segundo, una fuerte concentración de la riqueza o PIB, en un reducido grupo de empresarios que manejan la economía y utilizan al Estado cuando la “mano invisible de la economía” y su Modelo Neoliberal, caen en crisis. Tercero, El predominio
del poder económico y su influencia descarada sobre el poder político, para legislar en función de sus interéses como un traje a la medida. Cuarto, al igual que la Constitución de 1925 creada por un pequeño grupo de “ilustres” en un período oscuro, la vigente Constitución promueve la mercantilización de los derechos sociales y un Modelo que depreda

las principales fuentes de riqueza de un país; el ser humano y los recursos naturales. Privatizando todo lo que esté a su paso, siendo el mejor y peor ejemplo, el inmoral sistema de AFP’s.

Relegando a los nuestros adultos mayores a la pobreza, forzando a prolongar su vida laboral para seguir alimentando el apetito insaciable del Neoliberalismo.

La Nueva Cuestión Social que vivimos, tiene una ventaja respecto a su antecesora del siglo XIX, un precedente histórico y la oportunidad como ciudadanía, con un lápiz y un papel, de inmortalizar la dignidad en un Nueva Carta Magna. Nuestros antepasados nos legaron su memoria, es nuestro deber legar a nuestros hijos un nuevo futuro más justo,
equitativo y solidario.

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