‘Un efecto óptico’: ¿Nueva York es igual que Burgos?

Carmen Machi y Pepón Nieto son dos burgaleses de turismo en Nueva York en la última película de Juan Cavestany (‘Vergüenza’, ‘Vota Juan’).

Pepón Nieto y Carmen Machi, turistas accidentales.

Un efecto óptico

“Alfredo y Teresa son un matrimonio de Burgos que viaja a Nueva York con la intención de ‘desconectar’ y hacer todos los planes que vienen en la guía. Pero nada más aterrizar empiezan a percibir señales, sutiles y no tanto, de que en realidad no están en la ciudad que les vendieron en la agencia. ¿Dónde están entonces?”. Así lee la sinopsis de Un efecto óptico (estreno en cines el 26 de marzo), una película fantástica, una fábula, a veces de terror, a veces costumbrista. Así la define a grandes rasgos su guionista y director Juan Cavestany.

Alfredo (Pepón Nieto) y Teresa (Carmen Machi) se levantan una mañana en su cama, en Burgos: “¿Qué hacemos hoy?”, pregunta ella. “Hoy nos vamos de viaje, ¿no te acuerdas?”. Se van a Nueva York, el destino soñado, el viaje ambicioso e imprescindible. Pero ninguno de los dos parecen muy ilusionados con este viaje en el que tanto tiempo llevan pensando, que tanto se merecen. Supone dejar atrás a la niña adolescente y se sienten un poco mal. La mortadela que Tere mete en su maleta a escondidas le hace sentir mejor.

Carmen Machi, Pepón Nieto y Juan Cavestany.

Un efecto óptico

Aeropuerto, avión, aeropuerto, están en Nueva York, cogen un taxi, el taxista habla español. Se sorprenden lo justo. “Aquí habla español todo el mundo, ya verás”, le dice Alfredo. Llegan al hotel y se lanzan a la calle con el uniforme de turista, mariconera, guías, cámara de fotos. “Mejor no quedarse dormidos para evitar el jet lag”, dice él. En la calle, empiezan esas sutiles señales. Lo que ven a través de su cámara no es lo que ven sin ella. Parecen perdidos, no están muy felices. Son turistas cumpliendo un sueño, pero no saben muy bien qué sueño. Y, claro, es que Nueva York “es como en las películas, ¿verdad?”.

Cavestany, director de Gente en sitios, creador de las series Vergüenza o Vota Juan, desarrolló Un efecto óptico a partir de “la observación del turista como personaje de una actividad, el turismo, que es muy parecido a hacer una película”. “El turista es un actor buscando un papel, con un guión que es la guía y en una localización que es la ciudad o el destino exótico”, explicaba en su estreno en el pasado Festival de San Sebastián. “Él va como con unas expectativas, con unas ilusiones, unas directrices que tiene que seguir, y tiene que interpretar, comprar esto, conversar con alguien del lugar… Obsesionado con la idea del turista como alguien perdido pero buscando un papel me di cuenta de que había algunos paralelismos que se podían usar como la idea del viaje con una película, una narración, una cosa que empieza, se mueve en el espacio y en el tiempo, si va bien tiene final feliz, y si no…”.

Cómo se parece esto a Burgos.

Un efecto óptico

Se acordó, sobre todo, de sus años de corresponsal en Nueva York y de aquellos turistas españoles, bien uniformados, bien perdidos. Mirando siempre al cielo, al final de los altísimos edificios de Manhattan, a través de los visores de sus cámaras. Y juega con la percepción de todos, de los personajes y de los espectadores porque las escenas se repiten, una y otra vez, con “leves o importantes variaciones”. “La repetición va cambiando, los personajes están en sitios diferentes, aunque parezca la misma situación, no solo es un bucle espacio-temporal, también es emocional”, explica Pepón Nieto.

El viaje es una excusa y también una metáfora, las expectativas, las ilusiones, las aspiraciones, los giros de guión. Cavestany admite que el de la película fue un viaje muy libre, muy espontáneo. Empezó siendo una idea para un corto y acabó siendo este largometraje, rodado en tres semanas en Madrid, con algunos días de filmación en Nueva York, “que fue relativamente imprevisto”, cuenta. “En principio, fuimos a rodar unos recursos y, bueno… es una sorpresa”. No quiere contar, no debes saber más, espectador, hasta verla.

Se ve Nueva York, sí, pero también podría ser Madrid. O Burgos. Cavestany ha hecho un collage de localizaciones para que nosotros tampoco tengamos claro dónde están nuestros turistas accidentados. A ellos, en un momento dado, les empieza a oler a chamusquina: “Esto es igual que Burgos”, dicen. “Parece que nunca van a llegar a Nueva York”, dice Pepón. O lo mismo ya están allí. “La película es un truco constante a la percepción, a lo que puede ser o no; y, muy conscientemente, evita los momentos en los que sería evidente que no se dieran cuenta”, explica Cavestany.

¿Nueva York o Burgos?

Un efecto óptico

WE LOVE NEW YORK

Es muy difícil hablar de Nueva York sin caer en lugares comunes. Y, por eso, Cavestany no los rehúye, los aborda de frente. “Uno de los temas que ronda la película es la mitificación de EE UU y de Nueva York en concreto como destino, como utopía, como sueño compartido de la gente que ha servido muchísimo al cine”, cuenta el director. “Mucha gente se va a Nueva York y buscar las referencias o las percibe de forma más o menos conscientes. Estos personajes no tienen pinta de ser muy cinéfilos pero aún así lo dicen: ‘Esto es como las películas”. Y entre los sitios reconocibles que pisan están las escaleras del Joker.

Cavestany quería que Un efecto óptico fuera como una película antigua de Hollywood, con esas músicas subrayando todo, con la llegada a Oz… “La película de viajes por excelencia, El mago de Oz”, dice. Y contó con Nick Powell (Gladiator) para la banda sonora, pensando en las partituras más neoyorquinas de Bernard Herrmann.

Pero el cine no ha sido la principal referencia de este filme. “Las mayores referencias han sido fotográficas”, confiesa. Las imágenes robadas, oníricas y a la vez coreografiadas de Philip-Lorca di Corcia, o las anteriores de William Klein, son influencia directa para esta fábula fantástica que confunde e impacta como ese primer viaje a la Gran Manzana.

Dominando la Gran Manzana.

Un efecto óptico

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